La alimentación es uno de los principales factores que pueden condicionar nuestro estado de salud. Junto a la actividad física son los pilares para la prevención de enfermedades crónicas como el cáncer.

Nuestra alimentación ha de ser sana, variada, suficiente, sostenible y adaptada a los requerimientos individuales. No existe un solo alimento que contenga todos los nutrientes que necesitamos para mantener una alimentación saludable, por tanto, debemos hablar de patrón dietético en el cual se incluyen y combinan diferentes alimentos.

En España tradicionalmente siempre se ha seguido el patrón modelo de dieta “saludable” la dieta mediterránea. Este es un patrón dietético que va más allá de una pauta alimentaria, se trata de la combinación de la alimentación, actividad física, técnicas culinarias, recetas y costumbres propias de los países del Mediterráneo. Se ha convertido en el modelo a seguir a la hora de dar unas pautas de alimentación saludable y es uno de los patrones dietético que más evidencia científica dispone sobre sus beneficios para la salud.

Los alimentos básicos de la dieta mediterránea aportan vitaminas, minerales, antioxidantes y fibra. La base son los alimentos de origen vegetal verduras, hortalizas y frutas, cereales integrales, legumbres junto con aceite de oliva extra y frutos secos. Los productos que se incluyen en este patrón dietético son los propios de los cultivos de la zona, productos de temporada y locales. Para establecer las recomendaciones para población general se suelen usar las premisas de la dieta mediterránea.

  • Priorizar el consumo de alimentos de origen vegetal y con alto contenido en fibra
  • Tomar grasas saludables
  • Consumir de manera moderada algunos alimentos
  • Hidratación y actividad física

Alimentación saludable para el paciente oncológico

En el caso de los pacientes con cáncer, como los que tratamos en el Centro ONCARE, ante el diagnóstico oncológico la alimentación y actividad física varían por diversos motivos.

Las características de la enfermedad, los tratamientos y las nuevas rutinas como los cambios de horarios, visitas médicas, en ocasiones más sedentarismo, etc. influyen y pueden cambiar la forma, frecuencia y cantidad de lo que se come. La propia enfermedad también puede afectar a la asimilación y absorción de los nutrientes en nuestro organismo, así como en la tolerancia digestiva de los alimentos. Mantener un buen estado nutricional y llevar una alimentación adecuada y suficiente es especialmente importante para estas personas, así como la adaptación individualizada.

Asegurar el buen estado nutricional repercute en el efecto terapéutico y eficacia del tratamiento oncológico, por ejemplo, aspectos como dosis de los fármacos, sistema inmune o efectos secundarios están estrechamente relacionados con la composición corporal y estado nutricional. Es conveniente que realizar una valoración individualizada de la ingesta dietética y los hábitos alimentarios para poder adaptarlos a sus nuevas necesidades y de esta manera ayudar a controlar los efectos secundarios, variaciones en de peso y los síntomas propios de la enfermedad.
En definitiva, dado que las necesidades nutricionales van cambiando, es muy importante ir adaptando la dieta y la valoración nutricional antes, durante y después del tratamiento. El trabajo multidisciplinar e interdisciplinar de los profesionales de la salud (médicos, enfermería, psicólogos, fisioterapeutas, podólogos, técnicos en ciencias del deporte, dietistas- nutricionistas) y la individualización de las recomendaciones, como el que realizamos en el centro ONCARE contribuye a un mejor control de síntomas, mejoría en la calidad de vida, complicaciones y el pronóstico del paciente.

Consejos prácticos para seguir una alimentación saludable:
–  Consumir 5 raciones de verduras, hortalizas y frutas frescas al día.
–  Consumir cereales preferiblemente integrales.
–  Utilizar preferiblemente aceite de oliva virgen extra.
–  Consumir legumbres de manera habitual en nuestra dieta mínimo dos veces por semana.
–  Limitar el consumo de carnes rojas y embutidos.
–  Disminuir el consumo de alimentos con mucha sal, curados o en escabeche.
–  Utilizar las técnicas culinarias más sencillas como hervidos, plancha, horno y evitar ahumados, barbacoa, fritos, etc.
–  Evite el consumo de productos procesados y ultra procesados como bollería, alimentos precocinados, apetitivos y snacks que contengan grasas vegetales e hidrogenadas, azúcares añadidos y alto contenido en sal.
–  Hidrátese preferiblemente con agua, consuma entre 1,5 a 2 litros de agua al día.
–  Lea el etiquetado de los alimentos para conocer su composición y origen.
–  Combine colores y sabores en sus recetas para evitar la monotonía de la dieta.
–  Muévase más, tan importante es la alimentación como la actividad física que se realice.

Otros consejos:
–  Consulte con un dietista-nutricionista para obtener información de calidad y actualizada

sobre la declaraciones nutricionales y composición de los alimentos. También si busca asesoramiento individualizado para realizar un plan dietético que se ajuste a sus necesidades y gustos.
–  Consulte siempre a un especialista en Ciencias de la Actividad Física y Deporte para saber cuál es el ejercicio que mejor se adapta a sus cualidades, posibilidades y gustos.

Ángela P. Morales Cerchiaro Dietista-Nutricionista Colegiada MAD00569